Quiero comenzar esta serie de narraciones sobre
las memorias de mis andares, no en forma cronológica o secuencial como fueron
realizados los viajes, sino precisamente en la ciudad considerada la más antigua siempre habitada del planeta: Jericó, en Palestina, que tuve la dicha de conocer en diciembre de 2014 como parte de un recorrido inolvidable...
Jericó
Una mancha verde en medio del amarillento
desierto... Así se ve Jericó, la ciudad siempre habitada más antigua de la Tierra, con
más de 10,000 años de historia, y la más baja del planeta, a 260 metros bajo el
nivel del mar.
La ciudad se localiza aproximadamente a 7 kilómetros al
oeste del río Jordán, a 30 al este de Jerusalén y a 10 al norte del Mar Muerto.
En la Biblia se le describe como la "ciudad de las palmeras" por la profusión de estos árboles y la fama de sus exquisitos dátiles.
Sus primeros pobladores conocidos pertenecían
a una cultura anterior al 9,000 a.C., a la que siguieron diversas tribus en
distintas épocas. Desde entonces y hasta el primer milenio antes de Cristo, la
ciudad tuvo distintas épocas de florecimiento bajo la tutela de pueblos
de Mesopotamia, que acabaron dando vida a una ciudad relativamente
grande para su época.
Según el Antiguo Testamento, tras cruzar el
Jordán y entrar en la Tierra Prometida, los israelitas destruyeron las murallas
de Jericó al toque del "shofar" (cuerno de animal) y tras rodearla
siete veces con sus ejércitos.
En siglos posteriores Jericó pasaría a manos
de israelitas, persas, griegos, romanos, musulmanes y cruzados, dejando todos
ellos imborrables huellas que hoy afloran por todos sus rincones.
Monte de las Tentaciones y Monasterio de San Jorge
Fuera del núcleo urbano de la actual Jericó, a
menos de un kilómetro y en la ladera de una elevada montaña a la que los
árabes llaman Jabel Quruntul —nombre que procede de la denominación de “Monte de la Cuarentena” que le
dieron los cruzados— está el Monasterio de la
Tentación, construido donde según los Evangelios Jesús pasó cuarenta días de
ayuno y meditación enfrentándose a las tentaciones de Satanás.
Para subir al monasterio se toma un
teleférico que recorre 1,350 metros hasta una
plaza comercial con mirador y restaurantes a la mitad de la montaña.
En el recorrido del teleférico pasamos lentamente por encima de las ruinas de Tel es Sultán, las que de acuerdo con los estudios arqueológicos son más antiguas que las pirámides de Egipto, y son el único recuerdo de la Jericó de la Biblia.
En el recorrido del teleférico pasamos lentamente por encima de las ruinas de Tel es Sultán, las que de acuerdo con los estudios arqueológicos son más antiguas que las pirámides de Egipto, y son el único recuerdo de la Jericó de la Biblia.
A parrtir de la estación de llegada del teleférico se continúa subiendo a pie a través de una
escalera serpenteante hasta la entrada del monasterio ortodoxo construido en el borde casi vertical de la montaña.
En el camino coincidimos con un grupo de nigerianos que no resistieron la tentación de vandalizar con con sus recuerdos los muros de piedra...
En el camino coincidimos con un grupo de nigerianos que no resistieron la tentación de vandalizar con con sus recuerdos los muros de piedra...
"ESO ESTÁ MUY LEJOS..."
Al llegar a las puertas del monasterio lo encontramos cerrado, pero afortunadamente nuestro guía logró que un viejo monje ortodoxo nos abriera, y al enterarse de que íbamos desde México, dijo “Eso está muy lejos”, y nos permitió el paso...
Al llegar a las puertas del monasterio lo encontramos cerrado, pero afortunadamente nuestro guía logró que un viejo monje ortodoxo nos abriera, y al enterarse de que íbamos desde México, dijo “Eso está muy lejos”, y nos permitió el paso...
En el interior del monasterio se respira
espiritualidad y misticismo...
El silencio nos envuelve en un estrecho pasillo
formado por las rocas de la montaña y los muros de las celdas construidas al borde del precipicio.
En el centro de ese recorrido se
encuentra una cueva a la que sólo los religiosos tienen
acceso, donde según la tradición permaneció Jesús durante cuarenta días, y donde según
los Evangelios fue tentado por el Diablo.
Al final del pasillo llegamos a la capilla del
monasterio, decorada con múltiples pinturas o iconos de Cristo, de la Vírgen María y de diversos santos, ya que la liturgia
ortodoxa no permite figuras de bulto o esculturas.
La parte principal del templo es el iconostasio, que representa la parte más sagrada del conjunto.
La parte superior, la capilla está cubierta por una cúpula en la que se ve la figura de Dios Padre en todo su poder, por lo que a este tipo de imágenes se les conoce como pantocrátor.
La parte principal del templo es el iconostasio, que representa la parte más sagrada del conjunto.
La parte superior, la capilla está cubierta por una cúpula en la que se ve la figura de Dios Padre en todo su poder, por lo que a este tipo de imágenes se les conoce como pantocrátor.
A un lado del iconostasio se encuentra una
estrecha escalera que lleva a otra pequeña capilla de construcción y decorado más reciente. En ésta
se resguarda una enorme piedra sobre la que, según la tradición, Jesús oraba cuando fue
tentado por el Demonio pidiéndole que se tirara al precipicio. En la cúpula que la cubre se halla pintado el pantocrátor de Cristo.
Para terminar la visita a este increíble
Monasterio, entramos a una celda de los monjes y pudimos admirar el paisaje
impresionante desde un balcón que parece suspendido en el aire.
Después regresamos a Jericó, bajamos las serpenteantes escaleras de piedra, tomando el
teleférico en sentido inverso, y tras una opípara y deliciosa comida, nos
preparamos para continuar nuestro viaje por estas tierras que guardan muchos
misterios de la humanidad.
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