SITIO Y RESISTENCIA INSURGENTE EN EL SOMBRERO
William D. Robinson anota que El Sombrero
estaba defendido por 650 efectivos, aunque su población total era de alrededor
de 900 individuos, incluyendo trabajadores, mujeres y niños. También informa
que todo lo que se tenía para resistir el sitio eran veinticinco cajas de
municiones y provisiones para diez días.
Sin embargo, en otra parte de su obra, interpretando a Brush, narra una
situación muy diferente y contradictoria de abundancia en la fortaleza,
generada por los fondos tomados en la hacienda del Jaral. Dice que se pagaron
los sueldos de los soldados, y que se reclutaron muchos hombres que llegaban de
toda la región; que se enviaron agentes con fondos suficientes a Querétaro, a
México y a muchas de las poblaciones donde había industria, para comprar telas
y ropa blanca; que se adquirieron equipos y uniformes, zapatos y sombreros, y
que se erigió un arsenal en el fuerte y se estableció una armería bajo la
dirección de un oficial de la Guardia de Honor, que se suministraron todos los
artículos necesarios y aun de lujo y, como la División tenía mucho dinero,
pronto se tuvo en el fuerte un mercado igual o quizá superior a cualquiera de
los de las poblaciones realistas de las llanuras. La realidad, por desgracia, era
la del primer escenario descrito.
Paisaje del cerro del Sombrero |
En varias cartas fechadas el 2 de agosto (al día siguiente
de haber iniciado el ataque de Liñán), Mina, desesperado, instaba al padre
Torres para que “reuniendo todas las fuerzas, marche contra Guanajuato,
impidiendo toda comunicación entre Silao, León y los sitiadores”. Pero lo que pedía
Mina era imposible: el poderoso ejército de Liñán se componía de tres mil
quinientos hombres, y su estrategia consistía en operar con cuatro secciones:
tres que sitiaban y atacaban al fuerte, y otra, al mando de Juan Rafols, con mil
hombres, que correría entre León, Silao y Guanajuato para vigilar y neutralizar
los movimientos del padre Torres y evitar cualquier tipo de auxilio al fuerte.
La mayoría de los autores, siguiendo a Robinson (y éste
interpretando a Brush), señalan que por envidia Torres ignoraba las necesidades
de Mina y de los sitiados. Sin embargo, Agustín Rivera, en forma más objetiva, señala
que las causas y la suerte del padre Torres eran las mismas que las del
Sombrero, y que —más conocedor Torres que Mina de la situación militar y
topográfica de la región— no secundó los deseos del navarro porque no pudo
hacerlo, como más tarde lo probaría el mismo Mina con un intento de introducir
víveres al fuerte, y no pudo.
Ciertamente, existen evidencias de que el padre Torres hizo
intentos para auxiliar al Sombrero, pero fue rechazado por Rafols. Robinson
también lo reconoce, aunque no pierde la oportunidad de desvalorarlo, diciendo
que “al avanzar [Torres] con su acostumbrado descuido cayó en una emboscada que
le tendió el enemigo cerca de Silao”.
Por otro lado, basándose en los informes de los comandantes
que participaron en los hechos, Ruiz de Apodaca da cuenta al Secretario de
Estado y del Despacho de Guerra (31 de agosto de 1817) de los intentos de
Torres, diciendo que las condiciones del Sombrero y la calidad de sus
defensores obstaculizaban la caída del fuerte y daban a los insurgentes la
confianza de sostener el sitio y rechazar los ataques de los realistas, sobre
todo porque contaban —dice explícitamente— “con los esfuerzos que según el plan
combinado entre ellos debía hacer el clérigo apóstata Josef Antonio Torres
titulado comandante general de la provincia de Guanajuato, que dispone de las
numerosas gavillas que existen en aquel distrito, para incomodar a los
sitiadores, e introducir víveres y demás auxilios en la posición enemiga,
llamando al mismo tiempo la atención por diversos puntos”.
Uno de esos intentos que hacía el padre Torres para distraer
a Juan Rafols fue atacar la Piedad el 7 de agosto, con el apoyo de Noboa,
Huerta, Lucas Flores y Calixto Aguirre, pero tampoco tuvo éxito.
Plano de localización de los fuertes insurgentes de El Sombrero, Los Remedios y Jaujilla, 1817 (RAHE) |
Monumento en el sitio de El sombrero |
El último intento por ayudar a los sitiados lo hizo Mina la misma noche del 12 de
agosto, cuando en compañía de Encarnación Ortiz y su gente pretendió introducir
agua y provisiones al Sombrero, pero fueron recahzados al ser descubiertos, y tuvieron que abandonar los víveres que pretendían hacer llegar a
los sitiados. Mina quedó convencido de que lo único que podían hacer los del fuerte era evacuarlo.
Pascual de Liñán sabía que tenía seguro el triunfo, y su
principal objetivo no era simplemente arrasar un punto fortificado, sino —como
dice en su parte militar— “evadido Mina, destruir la gavilla de bandidos
extranjeros que había traído consigo. Estos hombres decididos a pelear por sus
vidas, y entre los cuales hemos visto que había oficiales de valor, capacidad y
conocimientos militares, eran sin duda más importantes que el mismo Mina. Éste
podía ser reemplazado con ventaja por alguno de ellos; pero a ellos no hallará
Mina quien pueda reemplazarlos”.
NOTA:
Este artículo es un fragmento del libro inédito "Resistencia insurgente
en el Bajío (1813-1818), de Horacio Olmedo Canchola. Reservados todos
los Derechos. Queda prohibida su difusión, copia o almacenamiento sin
autorización expresa del Autor.
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