BASÍLICA COLEGIATA DE NUESTRA SEÑORA DE GUANAJUATO
Segunda parte
(Fragmentos de la conferencia dictada por el Dr. Horacio Olmedo Canchola en el Salón Juan Pablo II de la Basílica Colegiata de Nuestra Señora de Guanajuato, el 12 de octubre de 2016, en el marco del Curso Arte y Devociones Religiosas en la Ciudad de Guanajuato, coordinado por el Dr. José Luis Lara Valdés, de la Universidad de Guanajuato)
EL ENTORNO: LA PLAZA MAYOR
En el último tercio del siglo XVII, la fundación de la Plaza Mayor marcaría un hito en el desarrollo y configuración de la trama urbana de la Villa de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato.
Antes de continuar, conviene recordar que el asentamiento primigenio del Real de Minas de Santa Fe surgió no por formalidades de la fundación de una nueva población, sino como campamento para la gente traída o atraída por la minera. En esas condiciones, la configuración del vecindario y de sus calles debió responder más al recorrido de los caminos determinados por la topografía entre las haciendas de beneficio y las minas, que al cumplimiento de alguna ordenanza, o a un plan previamente concebido.
Por todas sus características, la plaza resultó desde su origen un espacio urbano único, configurado con reminiscencias culturales de plazas medievales españolas, pero también con experiencias renacentistas que destinaban la plaza mayor a funciones del ejercicio de los poderes civil y eclesiástico.
Para
entonces, la producción del Real de Minas de Santa Fe de Guanajuato había
generado y seguía generando suficiente riqueza, de manera que sus propietarios acumulaban
tantos recursos económicos como sentimientos piadosos y disposición para patrocinar
de sus propios caudales la edificación del nuevo templo.
Legajo 1783 de
Indiferente General Archivo
General de Indias, Sevilla, Esp.
|
Según Serrano Espinoza, la fundación de la plaza mayor fue posible por la donación de terrenos que hicieron Alonso Rodríguez Correa, Procurador del Ayuntamiento, y Rodrigo Mejía Altamirano, Caballero de la Orden de Santiago y Alguacil Mayor de la Audiencia. De esa manera, como sucedió con los callejones, la configuración topográfica del sitio determinaría las características geométricas de la plaza, generándose una figura irregular a partir de un triángulo escaleno, como una trompa, en la que la parte más ancha quedaba al noreste, en lo alto de la colina.
Esquema hipotético del trazo de la Plaza Mayor de Guanajuato (HOC) |
Por todas sus características, la plaza resultó desde su origen un espacio urbano único, configurado con reminiscencias culturales de plazas medievales españolas, pero también con experiencias renacentistas que destinaban la plaza mayor a funciones del ejercicio de los poderes civil y eclesiástico.
Para ese entonces, reconociendo el desarrollo y a la importancia económica que representaba el Real de Minas de Guanajuato, el arzobispo de México y virrey de Nueva España, fray Payo Enríquez de Rivera, concedió a la población el título de “Villa de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato”, en 1679, el cual sería confirmado más tarde por Carlos II, el 3 de noviembre de 1684.
La población de la nueva villa era entonces de alrededor de dieciséis mil habitantes, conglomerado que había generado un considerable aumento en la demanda de servicios y de espacios públicos y arquitectónicos para satisfacer sus necesidades sociales y religiosas.
Una de las necesidad prioritarias de la rica y piadosa sociedad santafesina era la construcción de una nueva PARROQUIA, más amplia, decente y digna que la de Los Hospitales. Una parroquia que fuera marco del poder espiritual y santuario de la preciada imagen de la Virgen de Guanajuato, pero que a la vez señalara la importancia y jerarquía de la nueva Villa de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato.
LA PARROQUIA
Era el año de
1671. En España gobernaba Carlos II, “el Hechizado”, y hacía algo más de un
siglo que su bisabuelo, Felipe II, “el Prudente”, había ordenado la aplicación
de los decretos tridentinos en todos sus territorios.
En el arte,
desde mediados del siglo XVI el Renacimiento había dando paso una corriente denominada
Manierismo. Pero también ésa corriente había devenido en un nuevo estilo que
más tarde sería conocido como Barroco. Un estilo profuso, lleno de simbolismo, que
respondería tanto a los sentimientos piadosos de la aristocracia novohispana, como
a los de los indígenas aculturados, al expresar sincréticamente los valores más
profundos de una sociedad caracterizada por su diversidad y ambivalencia.
Por el lado
eclesiástico, era obispo de la Diócesis de Michoacán monseñor Francisco Antonio
Sarmiento y Luna, y cura de Santa Fe de Guanajuato, el doctor José Hurtado de
Castilla.
Imagen de Nuestra Señora de Guanajuato |
En esa
situación de opulencia santafesina encontramos al Dr. Juan Diez de
Bracamontes, abogado de la Real Audiencia de México, comisario del Santo Oficio
y dueño de la Mina de Rayas, quien aportó de su propio caudal los fondos necesarios
para llevar a cabo la obra de la nueva parroquia, como él mismo lo manifiesta explícitamente
en una Relación de Méritos, fechada en 1693.
No obstante
la declaración anterior, además de los fondos mayoritarios aportados por
Bracamontes, igualmente se encuentran documentadas diversas aportaciones económicas
de otros personajes, para la construcción de la Parroquia. Como las de Andrés
de Estrada, quien todavía en diciembre de 1699 donó 2 000 pesos para al fábrica
del edificio.
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