SEMBLANZA CURRICULAR

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Nació en Cuerámaro, Guanajuato. Es DOCTOR EN ARQUITECTURA (2009), Maestro en Arquitectura (2000) y Arquitecto (1976), por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; profesor de asignatura en Posgrado en Arquitectura (FA UNAM), coordinador y ponente de diplomados en la DECAD FA UNAM, profesor titular en la Universidad Marista campus Ciudad de México, profesor invitado de posgrado por la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), conferencista, aficionado a la pintura, la música, la historia y la literatura; viajero empedernido, autor de la monografía histórica "Cuerámaro... desde los muros de una hacienda" publicada en la edición especial de la Colección Bicentenario (2010), Gobierno del Estado de Guanajuato. Socio activo de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y fundador y presidente de la SMGE Correspondiente en el Bajío de Guanajuato. Actualmente es Director de Integración de Planeación, Proyectos y Presupuesto, de la Dirección General de Obras y Conservación de la UNAM.
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martes, 29 de agosto de 2017

HACE DOSCIENTOS AÑOS... (7)


COMIENZA EL SITIO AL FUERTE DE LOS REMEDIOS

El fuerte de Los Remedios o de San Gregorio fue establecido a mediados de 1816 por el presbítero José Antonio Torres (padre Torres) en el cerro de San Gregorio, en el actual municipio de Cuerámaro, Guanajuato. La fortaleza, que parecía inexpugnable, ocupaba un amplio polígono irregular con relieves sinuosos, rodeado de impresionantes barrancas escarpadas, donde la planicie occidental del Bajío guanajuatense se convierte en la sierra de Pénjamo.

El paisaje del cerro se forma con el bosque natural de encinos y matorrales, y se ve recortado por el perfil de altas paredes rocosas que surgen casi verticalmente en las barrancas. Por el lado sur del polígono que ocupó el fuerte, una profunda herida se abre entre los cerros, generando el cauce del arroyo del Sauz, que desemboca en la Garita, única entrada al fuerte por la planicie donde comienza El Bajío.



Después de la caída de El Sombrero, el ataque a Los Remedios era inminente. Siguiendo  las instrucciones y la estrategia acordada con el virrey Ruiz de Apodaca, Pascual de Liñán llegó a la hacienda de Cuerámaro el 31 de agosto. Allí dejó una compañía resguardando los molinos de trigo —cuyas construcciones aún existen al suroeste de la actual población de Cuerámaro—, y siguió a la de Tupátaro, donde instaló provisionalmente su cuartel general. Continuó luego a la planicie de San Gregorio. Allí tomó fácilmente la garita y estableció el campamento del plan para los cuerpos de caballería, cerrando a los insurgentes toda posibilidad de salida por ese punto.

El propio virrey informó al Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra sobre las instrucciones giradas a Pascual de Liñán para el ataque y sitio a Los Remedios, en los siguientes términos:

Concluida la toma y destrucción del fuerte construido por los rebeldes en la sierra de Comanja, […] mandé al general D. Pascual de Liñán que con la división de operaciones de su cargo fuese a operar contra la fortificación que el clérigo apóstata Josef Antonio Torres, titulado teniente general y comandante de la provincia de Guanajuato, había construido hace 15 meses en los cerros de S. Gregorio, hacienda que dista dos leguas del pueblo de Pénjamo y 20 del real de Guanajuato, y subdividiendo aquellas tropas en cinco secciones, la primera a las órdenes del coronel de dragones del Nuevo-Santander D. Francisco de Orrantia, la segunda a las del coronel del batallón de Navarra D. Josef Ruiz, la tercera a las del teniente coronel D. Juan Rafols, comandante accidental del regimiento primero Americano, la cuarta a las de D. Ángel Díaz del Castillo, coronel del regimiento de Fernando VII de línea, y la quinta, compuesta de tropas auxiliares de Guadalajara, a las del coronel de dragones de Nueva-Galicia D. Josef Antonio Andrade, por enfermedad del brigadier D. Pedro Celestino Negrete, la dejó de reserva para observar los movimientos del traidor Mina, y se situó con las cuatro primeras sobre la posición enemiga, distribuyendo las tropas en los puntos más ventajosos, y estableciendo baterías para destruir las defensas de los rebeldes.

El sitio comenzó formalmente el 1 de septiembre, cuando los realistas ocuparon todos los puntos estratégicos alrededor del fuerte, al otro lado de las barrancas que lo circundan, mientras que Liñán estableció su cuartel general en lo alto del cerro del Bellaco, frente al baluarte del Tepeyac, hasta donde subió tropas y armamento.

El único acceso al fuerte era por la Garita, en la desembocadura de la cañada del arroyo del Sauz, y fue ese el primer punto que tomó Pascual de Liñán, y allí estableció el campamento del plan para los cuerpos de caballería del ejército realista.



Por el lado de los insurgentes, conscientes de que la Garita era el punto más vulnerable de la fortaleza, lo primero que hicieron como parte de la estrategia de defensa fue preparar la explosión de sus construcciones a la llegada de los españoles, pero por un error de cálculo la explosión se produjo un poco antes de que las tropas españolas llegaran al punto, por lo que no hizo ningún daño a las tropas, y sí les facilitó la ocupación inmediata del sitio.

Subiendo desde la Garita por peligrosas veredas que bordean las barrancas del arroyo del Sauz, se llega al fortín de la cueva, desde donde se domina la cañada y la planicie de San Gregorio, y en lontananza se puede distinguir la mancha urbana de Irapuato. Era el punto mejor ubicado y estratégico para el control de acceso al fuerte, que allí comenzaba. En ese fortín, los insurgentes fabricaban pólvora, tenían aljibes, almacenes y custodiaban presos; también existía ahí una casa del padre Torres.




En la actualidad no queda nada del fortín de la Cueva, excepto la cueva y algunas ruinas de los aljibes en la explanada que se encuentra afuera de la cueva. Tristemente, al igual que la Garita y muchas otras ruinas y vestigios de sitios históricos de Cuerámaro, como los molinos y la Galera, al paso del tiempo han sido seriamente dañados, destruidos y excavados por ignorantes e ilusos buscadores de tesoros, pero sobre todo han sido olvidados por las autoridades y por la Historia.



Pascual de Liñán y el virrey sabian lo que significaba la fortaleza de Los Remedios en esa etapa de resistencia y guerrilla. En su informe al Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra, Ruiz de Apodaca continúa diciendo:

[…] según las noticias con que me hallo, tienen dentro una fuerte guarnición, compuesta de las mejores gavillas del Bajío, que no han dejado las armas de la mano en siete años, y en que se incluyen muchos desertores del ejército, y unos cuantos de los extranjeros y malos españoles que desembarcaron con el traidor Mina, con varias piezas de artillería de todos calibres, y un gran repuesto de víveres y municiones, quedando de la parte de afuera cuerpos numerosos de caballería para incomodar a los sitiadores, mantenerlos en continua alarma, embarazar la provisión de víveres y forrajes, de que escasea mucho a pesar de su feracidad aquel arruinado país, interrumpir las comunicaciones, y llamar por todas partes la atención de las tropas, amenazando las haciendas y pueblos fortificados.
Así comenzó el sitio a la fortaleza de Los Remedios, el más prolongado que sufrieron los insurgentes en la larga lucha por la Independencia, y que en las siguientes entregas iremos recordando y revisando, en búsca de su verdadero significado histórico.
 
NOTA: Este artículo es un fragmento del libro inédito "Resistencia insurgente en el Bajío (1813-1818), de Horacio Olmedo Canchola. Reservados todos los Derechos. Queda prohibida su difusión, copia o almacenamiento sin autorización expresa del Autor.  

miércoles, 19 de julio de 2017

HACE DOSCIENTOS AÑOS... (2)


EL PRINCIPIO DEL FIN DE LOS FUERTES DE EL SOMBRERO Y LOS REMEDIOS


Virrey Juan Ruiz de Apodaca
El virrey Juan Ruiz de Apodaca se había mantenido informado sobre los preparativos de la Expedición de Xavier Mina, gracias a una red de espionaje encabezada en Estados Unidos por el ministro español Luis de Onis, aunque muchos de los informes que recibía eran supuestos. Finalmente, al enterarse del desembarco de la Expedición en Soto la Marina, encargó al brigadier Joaquín de Arredondo, comandante general de las Provincias Internas de Oriente, la persecución de Mina, con la orden de tratar bien a los expedicionarios que voluntariamente lo abandonaran, y de “pasar a cuchillo a todos los demás, como traidores al rey y enemigos públicos”.
Arredondo hizo muy poco para enfrentar a Mina, y éste tuvo tiempo de construir en soto la Marina un fuerte que dejó al mando del mayor José Sardá. Al quedar terminado el fuerte, Mina se encaminó al interior del país con intención de encontrar a los insurgentes del Bajío.
Además de Sardá, el comandante de artillería y el auditor de guerra encargado de la imprenta (el doctor Joaquín Infante, natural de la Habana), el vicario general de la División, Servando Teresa de Mier, fue uno de los que tuvo que quedarse en el fuerte por órdenes de Mina.
Mier informa que aunque él se empeñó en acompañarlo, Mina se obstinó en dejarlo, prometiendo “volver dentro de dos meses, tiempo en que el fuerte podría sostenerse”. Y agrega: “En vano le representé que en distancias tan grandes como las de nuestra América, y envuelto por la multitud de enemigos, nunca podría volver, y que el fuerte, aun cuando el enemigo nos diese tiempo de acabarlo, era indefensable”. En efecto, el fuerte de Soto la Marina fue arrasado por los realistas apenas dos semanas después de la salida de Xavier Mina.
En tanto, al  conocer el virrey la noticia de que la División había logrado llegar al fuerte El Sombrero, encargó su persecución al teniente coronel Felipe Castañón, bajo las órdenes del coronel Cristóbal Ordóñez, comandante militar de la provincia de Guanajuato.
El primero y único encuentro de Castañón y Ordoñez con las tropas insurgentes de Mina, Moreno y Encarnación Ortiz, se dio apenas cuatro días después, el 28 de junio, en San Juan de los Llanos (rancho del Terrero, como lo nombra Moreno en su parte a la Junta de Jaujilla, o Campo los Arrastres, como dice Noboa en su informe). La batalla se decidió a favor de los insurgentes en una rápida acción en la que cayeron Castañón y Ordóñez. Al día siguiente, Mina envió al padre Torres el parte militar de las acciones, en el que le informa que la fuerza de los realistas había estado compuesta por aproximadamente 600 hombres.[1]
Pascual de Liñán
Después de la derrota sufrida por los realistas en San Juan de los Llanos y temiendo la llegada de más fuerzas extranjeras que supuestamente venían como parte de la Expedición encabezada por Mina, el virrey Ruiz de Apodaca decidió enviar en contra de los insurgentes del Bajío al recién llegado mariscal Pascual de Liñán, con todas las tropas disponibles de Guanajuato, Nueva Galicia y Valladolid. Liñán se dispuso a cumplir su encargo con la convicción de que “la suerte del virreinato iba a decidirse en los fuertes de Comanja y de San Gregorio”, como escribió Mariano Torrente.
Al mismo tiempo, en el lado de los insurgentes, alentados por el triunfo alcanzado en San Juan de los Llanos, Mina y Moreno decidieron salir del fuerte con las fuerzas de Encarnación Ortiz (el Pachón), con la intención de atacar la hacienda de Jaral del Berrio, propiedad del marqués Juan N. de Moncada. Pero el marqués, fue avisado oportunamente y logró huir con su gente antes del ataque, dejando abandonada la finca. En esas condiciones y sin resistencia alguna, el 7 de julio se efectuó fácilmente la ocupación de la hacienda, lo que les redituó grandes beneficios económicos pues, informados por un peón de la finca, pudieron hacerse de un cuantioso tesoro que el marqués había enterrado en una habitación de la hacienda.
Mientras tanto, la Junta de Jaujilla había comisionado e instruido al doctor José de San Martín, vocal del Gobierno, para que acudiera al Sombrero con el fin de “cumplimentar a Mina, felicitar a su oficialidad y tratar asuntos interesantes al bien de la Patria”.
El doctor José de San Martín salió de Jaujilla el 29 de junio, acompañado por un secretario, un capellán, ocho oficiales y de otros individuos. A tres leguas de la fortaleza de Los Remedios fue recibido por el teniente general José Antonio Torres, con una escolta de ciento cincuenta dragones. La comitiva entró al fuerte de Los Remedios la tarde del primero de julio, donde fue recibido el gobernante con los honores militares y el correspondiente saludo de artillería. Allí permaneció la comitiva durante una semana.
El 7 de julio salieron de Los Remedios el doctor San Martín y el padre Torres con una numerosa comitiva de oficialidad y trescientos dragones. Llegaron al Sombrero el día 8, pero no encontraron a Mina ni a Moreno, porque habían ido al ataque al Jaral.
Hacienda de jaral del Berrio

NOTA: Este artículo es un fragmento del libro inédito "Resistencia insurgente en el Bajío (1813-1818), de Horacio Olmedo Canchola. Reservados todos los Derechos. Queda prohibida su difusión, copia o almacenamiento sin autorización expresa del Autor.



[1]  Como en muchos otros episodios escritos en Memorias de la Revolución Mexicana, William D. Robinson da intencionada y tendenciosamente una versión diferente de los hechos, presentándolos con errores e inconsistencias que Juan E. Hernández y Dávalos señaló acertadamente a la luz del documento de Mina.