BALUARTE DE LA INDEPENDENCIA MEXICANA
El fuerte de Los Remedios fue el último y el más importante reducto
de la resistencia insurgente en el Bajío. Sin embargo, opacado en la historia
por la tragedia de El Sombrero y la breve participación de Xavier Mina en la insurgencia, la
heroica resistencia del fuerte de Los Remedios se percibe como un hito
desvanecido de la Guerra de Independencia.
Por sus características topográficas y recursos defensivos naturales en la frontera de la sierra de Pénjamo y el Bajío
guanajuatense, el escabroso cerro de San Gregorio fue escogido por el
presbítero José Antonio Torres —el padre Torres—, desde los primeros años de la Guerra, para refugiarse con su
partida de insurgentes y, más tarde, para construir en el punto más alto la fortaleza conocida como Los Remedios por los insurgentes, o San Gregorio, por los realistas.
Vista de la planicie del Bajío desde del cerro de San Gregorio (Fotografía de Horacio Olmedo Canchola) |
Por su parte, el español Mariano Torrente
(íntimo amigo de Agustín de Iturbide en el destierro), al escribir la Historia
de la Revolución Hispano-americana, en 1829, afirma que el fuerte de Los
Remedios era llamado “baluarte de la independencia mexicana”.
No obstante lo anterior, después de
doscientos años el fuerte de Los Remedios es recordado, más que por su
propio significado histórico, porque frente a sus muros fue fusilado Xavier
Mina, en lo alto del cerro del Bellaco.
Pero aún cuando diversos
autores han repetido y siguen repitiendo la descripción de la fortaleza que originalmente difundió
el americano William Davis Robinson (basado en el parte de Liñán
que fue publicado en la Gaceta del Gobierno de México), actualmente, por descuido, por ignorancia o por amnesia histórica, tanto
historiadores como cronistas y lugareños desconocen la ubicación real, la extensión
y aún más la conformación de la fortaleza en el cerro de San Gregorio, a tal grado que hasta se ha
confundido la localización del cerro del Bellaco. En la actualidad, un muro
señala oficialmente el supuesto lugar donde fue fusilado Mina, pero en un
crestón de poca elevación, cerca de la Garita, y no en la cima del Bellaco,
frente a lo que fuera el punto más importante del fuerte de Los Remedios: el
baluarte del Tepeyac.
Supuesta ubicación del cerro del Bellaco (Fotografías de Horacio Olmedo Canchola) |
LA INSURGENCIA EN EL BAJÍO GUANAJUATENSE
Albino García (Dibujo atribuido a Tresguerras) |
El padre Torres comenzó a adquirir notoriedad después
de la muerte de Albino García, y pronto alcanzó una posición relevante y reconocimiento en el
movimiento insurgente del Bajío, hasta asumir un liderazgo que le permitió articular a
distintos grupos que operaban sin orden ni coordinación en el occidente y sur
de la provincia de Guanajuato, como consta en diversos partes e informes de los
realistas.
En abril de 1813, el virrey Félix María
Calleja nombró Comandante General de las tropas del Bajío y de la provincia de
Guanajuato al coronel Agustín de Iturbide. Su principal objetivo era acabar con
las partidas insurgentes del Bajío, y específicamente con las del presbítero
José Antonio Torres.
Una de las primeras menciones de Torres como
jefe de grupos insurgentes se encuentra en el parte militar de Cristóbal
Ordóñez a Calleja, fechado en Querétaro el 4 de mayo de 1813, en el que informa
sobre un ataque insurgente a un convoy, cerca de Salamanca, “en el espeso
bosque que cubre el paso del paraje llamado Baltierrilla, en el que
participaron más de cuatro mil rebelde acaudillados por los Rayones, Salmerón,
padre Torres, Hermosillo, Segura, Rosales y Najar”.
Iturbide, por su parte, también informaba al
virrey sobre la situación del Bajío en 1813, y le comunicaba que se habían ido sumando
al padre Torres otros líderes de la región, especialmente los que operaban en
Pénjamo, San Francisco del Rincón, San Pedro Piedra Gorda y Valle de Santiago,
de manera que no obraban ya sin relación alguna ni principios, sino
reconociendo como superior a Torres. En tales circunstancias, reiteradamente llama
la atención de Calleja en el sentido de que las fuerzas de los rebeldes al
mando del padre Torres aumentaban con prontitud y facilidad, por lo que las
tropas que él comandaba serían insuficientes para acabarlos.
En octubre de 1814, siguiendo las
instrucciones del virrey, Agustín de Iturbide emprendió una implacable campaña por
la provincia de Guanajuato, con el fin de acabar con los rebeldes. El 4 de noviembre
daba cuenta sobre un ataque conjunto a la Piedad, llevado a cabo por las “gavillas de Torres,
Navarrete y Sáenz, tres cabecillas eclesiásticos corrompidos, que con su
ejemplo y engaño tienen seducida una porción considerable de sencillos e
incautos”. En tales circunstancias, buscando una solución al problema, proponía
que las fuerzas realistas de Guanajuato, Valladolid y Nueva Galicia actuaran de
manera conjunta para recuperar el control de la parte occidental de Guanajuato,
especialmente los territorios que dominaba el padre Torres.
La estrategia de Iturbide fue aprobada por Calleja, y se acordó entonces “un plan de ataque y persecución a las gavillas
del mal presbítero Torres”. El plan consistía en cubrir dos puntos con las
tropas de Pedro Celestino Negrete y tres con las de Agustín de Iturbide,
atacando los puntos “en que por lo común se abriga en el cerro [de San
Gregorio] dicho P. Torres con la gente más armada de sus gavillas”.
Al mismo tiempo, por el lado de
los insurgentes, previendo el ataque de los realistas, el padre Torres también
había convocado a los principales jefes de la región, para
acordar una defensa conjunta con sus tropas. La concentración de los insurgentes se celebró el
8 de diciembre de 1814 en la hacienda de Cuerámaro, de los padres
camilos, con la participación de Víctor Rosales, Lucas Flores, Cruz Arroyo, el
padre Juan Sáenz, el padre Uribe y José María Liceaga
El 10 de diciembre se acercó Iturbide a la hacienda de Cuerámaro, haciendo huir a los insurgentes por el
lado de la presa del Aguacate. Iturbide ocupó la hacienda de los camilos e
instaló en ella un destacamento de 300 soldados con una pieza de artillería. Dos días después, de acuerdo con el plan previamente definido para completar la
operación, salió Iturbide de la hacienda de Cuerámaro con el
grueso de su gente. Su intención era que los rebeldes bajaran a atacar a los
que habían quedado resguardando la hacienda, mientras que él volvería para
flanquearlos con el fin de cortarles la retirada.
En efecto, como se esperaba, los insurgentes
intentaron recuperar la hacienda. El mismo Iturbide afirma que su plan se
hubiera logrado cabalmente “si [los insurgentes] desde la cima del monte no
hubiesen indicado mi movimiento por aquella parte con dos tiros, pues esto hizo
que la canalla cobarde tomara las eminencias y estrechos con más prontitud que
yo podía llegar a ellos”.
El ataque se decidió finalmente a favor de los
realistas. Los insurgentes se dispersaron por los cerros, pero los realistas
lograron detener a nueve prisioneros entre ellos al presbítero y brigadier Juan
Sáenz (el padre Sáenz), a los que Iturbide mandó fusilar al día siguiente en
Corralejo.
En esa época, las fuerzas insurgentes que operaban en Guanajuato y Michoacán habían disminuido notablemente, y en conjunto sumaban alrededor de 10,750
hombres. En agosto de 1814, refiriéndose a las partidas que operaban en
Michoacán y el Bajío, el licenciado Francisco Menocal informaba a Miguel Abad
y Queipo, obispo electo de Michoacán, que la mayor parte de la gente estaba
armada de fusil y carabina, y que el resto contaba con machetes, lanzas y
pistolas. Así mismo, refiriéndose al modo de operar de los insurgentes, afirmaba que no había “en ningún punto reunión considerable
[de insurgentes], pero toda la gente está pronta para reunirse a la primera
seña, y marchar a las órdenes de sus respectivos comandantes y formar un
ejército en el lugar que se les cite”.
Según el informe de Menocal,
dichas partidas estaban integradas de la siguiente manera: José María Morelos,
2,000 efectivos; Vargas, 1,800; Muñiz, 1,500; el padre Torres, 1,500; Navarrete
y Sáenz, 1,000; Huerta, 800; Pachón Ortiz, 600; Likson (sic), 500; Cos, en Taretán, 400; Miguel Sánchez, 200; Villalongín,
150; más otros 600 que andaban por Ario y sus inmediaciones.
El máximo jefe de los insurgentes y enemigo
de los realistas era José María Morelos. Pero sus éxitos militares habían
comenzado a declinar desde mediados de 1813, y finalmente fue derrotado en el
intento de tomar Valladolid. El ataque a Valladolid terminó en la completa
derrota de las fuerzas insurgentes en las lomas de Santa María, la noche del 23
al 24 de diciembre, con la participación del ejército auxiliar al mando de
Ciriaco del Llano y Agustín de Iturbide. Apenas unos días después, el mismo
ejército derrotaría al resto de las fuerzas de Morelos en la hacienda de
Puruarán, al sur de Valladolid, el 5 de enero de 1814, donde fue hecho
prisionero el general Mariano Matamoros.
Se puede decir que a partir de entonces
comenzó la etapa de resistencia en el marco de la Guerra de Independencia. Morelos
fue aprehendido por las tropas de Manuel de la Concha el 5 de noviembre de
1815, en las cercanías de Temalaca, cuando dirigía el traslado del Congreso a
Tehuacán, y fue fusilado en San Cristóbal Ecatepec el 22 de diciembre de 1815.
Después de la muerte de Morelos y tras la
disolución del Congreso, los insurgentes, con pocas armas y en medio de un
ambiente de discordias y conflictos internos, comenzaron a operar en guerrillas
para resistir el asedio de los realistas.
En ese contexto, las constantes derrotas
que sufrían los insurgentes frente a un ejercito realista reorganizado y reforzado con la llegada efectivos de España, evidenciaron la necesidad de establecer guaridas y fortalezas,
aprovechando los lugares estratégicos que ofrecían los cerros.
En el Bajío, el sitio ideal se encontraba en el cerro de San Gregorio, entre Pénjamo y Cuerámaro, en un polígono rodeado de barrancas y paredes escarpadas que dificultaban el paso, permitían la vigilancia constante, aseguraban el control de los puntos de acceso y facilitaban la obtención de alimentos y agua.
(CONTINUARÁ)
[Todos los artículos la serie "EN BUSCA DE LA HISTORIA PERDIDA" que se publican en este Blog Horario: consagrado a las horas, son de la autoría de Horacio Olmedo Canchola, y se publican como resultado de una investigación histórica independiente. Quedan reservados todos los derechos de autor y protegidos por las leyes nacionales e internacionales sobre el Derecho de Autor.]
En el Bajío, el sitio ideal se encontraba en el cerro de San Gregorio, entre Pénjamo y Cuerámaro, en un polígono rodeado de barrancas y paredes escarpadas que dificultaban el paso, permitían la vigilancia constante, aseguraban el control de los puntos de acceso y facilitaban la obtención de alimentos y agua.
Vista de la Sierra de Pénjamo y cerro de San Gregorio. (Fotografía de Horacio Olmedo Canchola) |
(CONTINUARÁ)
[Todos los artículos la serie "EN BUSCA DE LA HISTORIA PERDIDA" que se publican en este Blog Horario: consagrado a las horas, son de la autoría de Horacio Olmedo Canchola, y se publican como resultado de una investigación histórica independiente. Quedan reservados todos los derechos de autor y protegidos por las leyes nacionales e internacionales sobre el Derecho de Autor.]
Muy interesante e importante el trabajo de investigación histórica por parte suya Arq. Horacio Olmedo Canchola. Estas publicaciones nos amplían de manera muy significativa la perspectiva para conocer más a fondo nuestra historia relacionada a esas épocas tan importantes, permitiéndonos con ello apreciar en todo lo que vale las aportaciones de lucha y valentía de tantos personajes, muchos de ellos poco conocidos, de nuestro pueblo que ofrendaron su bienestar y, más importante aún, sus vidas y las de sus seres queridos para darnos patria y libertad. Gracias por difundir tan importantes datos históricos y personajes relevantes. Saludos desde Jalisco.
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