CUERÁMARO DE DEGOLLADO (1869-1969)
A escasos diez
años de haber sido fundada la congregación de Cuerámaro en el casco de la
hacienda que durante más de trescientos años se conociera como San Francisco
Cuerámaro, el Tercer Congreso del Estado expidió el Decreto número 6, del 12 de
noviembre de 1869, con el que se erigía el municipio de Cuerámaro, teniendo
como cabecera al pueblo de CUERÁMARO DE DEGOLLADO.
Ése fue el nombre
oficial del pueblo durante exactamente cien años, hasta el 12 de noviembre de
1969, cuando a instancias de José V. Canchola Cortés se elevó el pueblo a la
categoría política de ciudad, reintegrándole simplemente su nombre primigenio
de CUERÁMARO.
En aquel centenario pueblo de Cuerámaro de Degollado transitaron muchos personajes cuyo recuerdo aún perdura en el imaginario colectivo.
Entre otros, por ejemplo, viven en la memoria del imaginario cueramarense, personajes más recordados por sus apodos que por sus nombres, como Juan Bustos y su esposa Asunción, mejor conocidos como Juan “Pipo” y “Chonita” que por muchas décadas, desde la primera mitad del siglo pasado, sirvieron de "celestinos" para muchas parejas en su nevería de la plaza empedrada; o “Don Lole la Chiche” que tenía su puesto de mercería y juguetes en el antiguo portal de "Los Pachitos"; Juanita “La Tingüindin” y “Logio”, que atendía la más anti higiénica fonda del pueblo en la plaza; don Ezequiel “Cheques”, el relojero de triste figura; Paula, "La camotera"; Cruz “La panda”; “Chemita” el basurero; Nestor, el velador; Don Demetrio Rojas, "el dulcero"; Ramón Canchola, "el nevero"; Don Fabián, el huevero; “El Venao”, el electricista; Nicanor “La changa”; Aurelio “Güillo” Ledesma… y tantos otros.
Todos ellos, de alguna manera, por sus actividades y peculiaridades, llenaron los espacios y los recuerdos de aquel Cuerámaro antiguo cuyas calle empredadas o de tierra se reconocían, al igual que los personajes, por sus características y peculiaridades: la calle de la Acequia, la del Niño Perdido, la del Cascajo, la del Gigante, la de los Zapotes, la de los Silleros, la del Puente Alto…
Por esas calles, durante muchos años, transitó Chemita, enfundado en un overol de mezclilla, con su carreta de madera jalada por un viejo jamelgo, recogiendo la basura. También transitaban los aguadores, en sus carretas de madera cargadas de cántaros de barro con agua del pocito, para el consumo doméstico. Por esas mismas calles circularon los camiones de pasajeros, con sus bancas laterales en la caseta de madera, que hacían viajes a Irapuato, Abasolo y San Pedro Piedra Gorda, en recorridos que duraban de tres a cuatro horas, si no se atascaban en los caminos lodosos en temporadas de lluvias. Al igual que las calles y los personajes, comenzaron a circular vehículos que hacían servicios de pasajeros, como el flamante Ford Wagon 1927 de don José Vicente Canchola, y más tarde los camiones, que fueron identificados por un nombre propio: “El Veracruz”, “El Tarzán”, "El Mérida", "El Gladiador", “El Penjamense”…
Hasta que llegaron las "flechas amarillas", impersonales, ya sin nombre, a transitar en las calles de concreto y por carreteras asfaltadas...
Pero todo cambia,
y junto con el empedrado desaparecieron espacios y monumentos, como el Jardín
de los Héroes, el portal de “Los Pachitos”; la Columna de Juárez, el monumento
a Hidalgo, la plaza, el viejo jardín, el kiosco y las “bancas cuatas”.
Ahora tan sólo quedan recuerdos de aquel CUERÁMARO DE DEGOLLADO.
Cuerámaro: Jardín Manuel Doblado y la Plaza, a mediados del siglo pasado. |
Ahora tan sólo quedan recuerdos de aquel CUERÁMARO DE DEGOLLADO.
[Publicado el 18 de marzo de 2010, en el periódico Correo, Editoriales, Guanajuato, bajo el título de “Imaginario colectivo”. Autor: Horacio Olmedo Canchola. Todas las fotografías están protegidas por el Derecho de Autor]
Felicidades a quien ha hecho posible ésta página. Un gusto saber del pueblo de mis padres y abuelos. Lugar donde he vivido inolvidables momentos en compañía de familiares y amigos.
ResponderEliminarFelicidades, un gran artículo
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