EL BUEN VINO
Se dice que un buen vino, mientras más viejo, mejor.
Los que saben dicen que tal afirmación es el mito más difundido sobre los vinos, porque es falsa.
Hablando de vinos, su ciclo vital se puede comparar con el del ser humano, cuya evolución, desde el nacimiento, puede representarse con una curva ascendente que abarca las etapas de la INFANCIA, la ADOLESCENCIA y la JUVENTUD, en el largo camino para alcanzar la MADUREZ. Cuando ésta comienza, se puede representar en la gráfica como una meseta más o menos prolongada que finalmente desemboca en otra curva, descendente, que representa a la DECREPITUD... al final de ésta: la MUERTE.
En el vino existen dos etapas clave que definen su bondad y madurez: la primera, la curva ascendente, es aquella en la que los taninos y la frutosidad se entrelazan para ofrecer el máximo potencial de aromas y la complejidad del vino; la segunda, la meseta, etapa más o menos larga en la que el sabor, la complejidad y los aromas se mantienen armónicamente para ofrecer en su plenitud la madurez del vino. Después de este período comienza la degeneración y desaparición de sus cualidades, hasta que el vino se convierte tan solo en un líquido coloreado, inservible y nada agradable a los sentidos.
Nadie discute que degustar un buen vino añejado es toda una experiencia; pero también hay vinos que no soportan crianzas largas, porque han sido elaborados para ser bebidos jóvenes, y sólo así y entonces se puede degustar plenamente su aroma y su sabor fresco y frutal...
YO VOY A CUMPLIR 60 AÑOS, y siento que apenas voy a la mitad de la meseta...
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